viernes, 9 de julio de 2010

El arte de gestionar conversaciones difíciles



Especialistas aconsejan administrar las emociones, escuchar activamente al interlocutor y comprender su esquema de razonamiento, entre otras claves.

Enfrentar una disputa con un par, dar una mala noticia a un colaborador o manifestar desacuerdo a un superior son clásicos que nunca pasan de moda en las organizaciones. También son los escenarios más típicos de conversaciones difíciles. En ellas intervienen relaciones de poder asimétricas, intereses, prejuicios y emociones fuertes que, si no son encauzados adecuadamente, generan espirales de confusión con alto contenido explosivo.

"En las empresas, muchas veces se huye de estas conversaciones para evitar el conflicto. Pero la omisión no hace más que alimentar una escalera de inferencias e interpretaciones negativas, lo que es peor", advierte la especialista en negociación y profesora del MBA de la Universidad del CEMA, Silvia Szwok de Beltramini.

¿Cómo evitar que estalle esa bomba en la empresa? Los especialistas en management y negociación recomiendan poner en práctica una serie de herramientas que permiten llevar la discusión a buen puerto. Entre ellas, administrar las emociones, escuchar activamente al interlocutor, comprender su esquema de razonamiento y sintetizar las diferentes posiciones para asegurar la claridad del mensaje.

La primera premisa es domar el componente visceral. "Es imposible anular las emociones, pero sí se pueden administrar. Saber cuándo las dejo salir, con quién y de qué manera. Si no se canalizan correctamente, no es posible influenciar, contener al otro y lograr una comunicación efectiva", explica Szwok de Beltramini.



De esa manera, asegura la especialista en negociación, se facilita la escucha activa. "Implica empatía, ponerse en el lugar del otro y tener en cuenta que mi realidad no es la única ni la verdadera; preguntar cada vez que sea necesario, entrar en sintonía con el interlocutor, acompasar su ritmo y generar un buen clima", indica la profesora del MBA de la Universidad del CEMA.

Otra máxima para encauzar conversaciones difíciles es conocer el esquema de razonamiento del interlocutor: qué prioriza y qué posterga.

"Si identifico el modelo mental del otro, puedo prepararme y organizar la información que quiero comunicar, de manera que la pueda leer mejor. Es aprender a hablar el mismo idioma", indica la consultora en desarrollo y gerente de contenidos e innovación de Whalecom, Ingrid Neumarkt.

La especialista explica que, según los modelos mentales del teórico Tony Alessandra, un interlocutor introvertido, cauteloso y detallista, prefiere la distancia de la letra escrita y la contundencia del análisis de datos. Por el contrario, si es sociable y espontáneo está más dispuesto a involucrarse con las personas. Otro extrovertido, directo y orientado al control espera llegar al punto de interés sin demoras ni formalidades. En cambio, si privilegia las relaciones interpersonales y la cercanía, la conversación debe ser diplomática y cálida, a riesgo de provocar su irritación.

Aunque ningún esfuerzo es eficaz si no se chequea que el mensaje haya sido entendido en su totalidad. "Siempre conviene parafrasear, repetir y repasar la información que se expuso. Es lo que permite arribar a una tercera posición, más objetiva. De lo contrario, persiste el problema", asegura el profesor especialista en Negociación del Centro de Educación Empresaria de la Universidad de San Andrés, Carlos Ansaldo.

"La pérdida de oportunidades de negocios y dinero se generan más por malentendidos que por falta de recursos. Por eso es importante saber cómo gestionar las conversaciones difíciles", concluye Neumarkt.

Fuente

martes, 29 de junio de 2010

Reunionitis , un virus en las empresas.



Para inagurar este espacio me gustaría compartir un articulo del diario la Nación. Es un articulo interesante que sin duda aporta a nuestra administración del tiempo, tema bastante extenso que no faltará oportunidad de compartir.

Si las reuniones monopolizan la agenda, se extienden más de lo previsto, no siempre se traducen en acciones concretas y la participación de los colaboradores se limita a toser o a comentar las perspectivas mundialistas de la selección, es necesario consultar a un especialista. Esa empresa padece de reunionitis .

Se trata del uso compulsivo o mal uso de las reuniones como herramienta de gestión, que impacta negativamente en los resultados. "Interrumpe la dinámica de trabajo, el desarrollo adecuado de los procesos e incide en el costo de oportunidad de las tareas que podría haber realizado cada asistente en lugar de participar de las reuniones. También genera la percepción de que esos encuentros son una pérdida de tiempo y energía", explica el director general de la Escuela de Estudios de Posgrado de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, Catalino Núñez.

El origen de la reunionitis , según los especialistas consultados por LA NACION, está en la adaptación defectuosa de la organización desde el modelo de management jerárquico a uno más horizontal, participativo y acorde con los nuevos tiempos. "Por ejemplo, se convoca a los colaboradores para debatir cierto tema, pero prevalece una idea o decisión tomada de antemano. Hay más exposición que discusión, los participantes se convierten en espectadores, se bloquean la diversidad y la innovación", indica el socio de la consultora PricewaterhouseCoopers, Javier Casas Rua.

"Otro vicio que surge es la creencia de que las reuniones son la solución a todos los problemas y se las utiliza sin ningún objetivo", agrega el director del Centro Standard Bank Conciliación Familia y Empresa (Confye), Guillermo Fraile. El caso más común es la institucionalización de las reuniones de comité, una vez cada 15 días, aun cuando no hay novedades para comunicar ni temas relevantes para discutir.

"Cuando las reuniones son convocadas sin delimitar el objetivo, nadie sabe de qué se va a hablar, la deliberación se dispersa, se vuelve infructuosas y los participantes sienten que la dirección no valora su trabajo ni su tiempo", explica Lina Zubiría, profesora de la UADE Business School.

Si además no se fija una hora de inicio y finalización, las reuniones corren el riesgo de ser eternas. Según una encuesta regional de Confye, suministrada a 1643 directivos y gerentes de empresas entre 2008 y 2009, entre las razones por las que se extiende la jornada laboral más de lo conveniente están las interrupciones evitables (23%) y las reuniones mal planificadas (23%) o al final del día (19%).

Como si todo esto fuera poco, la reunionitis deja otro tipo de secuela: desperdicia plata. El portal www.payscale.com , por caso, cotiza el dinero que consumen las reuniones, según cargo y ubicación geográfica. Pero a no alarmarse: la reunionitis tiene antídoto.

La vacuna contra el uso compulsivo de las reuniones es la planificación previa. Antes de convocar a una reunión, es conveniente preguntarse si no existen otras alternativas de comunicación. "Si el objetivo es informar, se puede apelar a otras herramientas y tecnologías, como videoconferencias, notificaciones, carteleras, correos electrónicos o comunicaciones a través de la web de la compañía", indica Núñez.

Si la reunión es estrictamente necesaria, se debe organizar con anticipación suficiente para minimizar errores: definir un objetivo, horario de inicio y finalización, adelantar el temario, la información que se va a discutir y limitar el número de participantes a los interesados directos. Los especialistas recomiendan realizar las reuniones a primera hora de la mañana o primera de la tarde, para no interrumpir la tarea cotidiana.

También es útil definir roles. "Un líder que guía la deliberación, un time keeper para asegurar que se respeten los tiempos, un moderador para garantizar la participación de todos y un escriba que resuma por escrito las conclusiones generales de la reunión y las acciones a seguir", indica Zubiría.

Fuente:
María Agustina Rato
Para LA NACION

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